Con BIG: LEAP, unos 3.200 angelinos con bajos ingresos recibirán 1.000 dólares al mes durante un año. Georgia Horton, beneficiaria del Compton Pledge, está preocupada por lo que vendrá después para quienes lleguen a depender de ese dinero.
Georgia Horton tomó el dobladillo de su vestido azul oscuro para tirar torpemente una pierna, y luego la otra, sobre un banco de concreto en la parte superior del Área Recreativa Estatal Kenneth Hahn.
Con cada relato, Horton ha adoptado aún más su papel como portavoz de ingresos garantizados. “Una chica modelo”, le gusta bromear. También la semana pasada, Chicago anunció que comenzaría a distribuir pagos mensuales a los residentes de bajos ingresos, y la alcaldesa Lori Lightfoot se jactó de que su ciudad tendrá “el programa piloto más grande del país”.
Lo que comentan en menor medida es cómo su frenesí por los ingresos garantizados ha engendrado una nueva industria, desde líderes y consultores sin fines de lucro que promocionan las mejores prácticas en simposios, hasta organizaciones que ayudan a las ciudades a seleccionar destinatarios, ejecutar sus programas y recopilar datos.
Horton sacude la cabeza con asombro por lo complicado que se ha vuelto el ingreso garantizado y lo alejado que se ha vuelto de la gente. Aunque agradecida por el flujo constante de efectivo a través del Compromiso de Compton, está preocupada por lo que vendrá después para aquellos que han llegado, y vendrán, a depender de él.
Pero una vez que presentó el papeleo, usando el dinero ahorrado de su salario mensual del Compromiso de Compton, dio lugar a una gran cantidad de nuevos compromisos de conferencias, incluso de Word Network y T.D. Jakes Ministries. También ha escrito un libro, que cuenta su historia de superación del trauma.